Partiendo de Rivendel

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“El viaje no acaba aquí, la Muerte es solo otro camino que todos tenemos que tomar.”

“No os diré que no lloréis, porque no todas las lagrimas son malas.”

El Señor de Los Anillos

 

La Muerte…
Esa sombra oscura que nos persigue cada día de nuestra existencia.

Intrínsecamente unida a la palabra vejez, se difumina como la suave niebla pasando desapercibida en nuestro día a día. Hasta que nos toca de cerca y caemos en la cuenta de nuestra propia fragilidad, de la simpleza de una décima de segundo que rompe todos nuestros sueños y nos separa de este mundo, de nuestros seres queridos, en cualquier momento y sin previo aviso.

Aun así, las palabras “sin previo aviso” nos permiten no pensar en ella cada segundo. Y así pasamos nuestra vida, cada cual a su manera, ajenos a ese enemigo invisible que nos acecha en cada esquina.

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Pero… ¿qué ocurre cuando sabes que tienes una enfermedad terminal?

No soy capaz de imaginar como me sentiría si un día, mi médico, me dijera que tengo una enfermedad incurable y me quedan 2 meses de vida (por ejemplo). Por mi experiencia, sí SE como se han sentido algunos de mis pacientes enfrentándose a esa “fecha de caducidad” sanitaria.

Antes de continuar, me gustaría pedir disculpas si el tono de esta entrada pude ofender a algunas personas; no es mi intención en ningún caso. Una de las constantes entre los Grandes Maestros que he tenido la gran suerte de tratar en sus últimos momentos en este periodo de su existencia, es la necesidad de “llamar a las cosas por su nombre” (más tarde ahondaré en este punto).

Por supuesto que lo último que hay que perder es la esperanza y las ganas de luchar, pero tan importante como eso, es prepararse para abrazar a la parca que, más tarde o más temprano, nos alejará de Rivendel en un barco lleno de elfos y hobbits retirados…

Tener miedo a morir es algo natural y no hay que avergonzarse de ello. Igualmente, el miedo a la pérdida de un ser querido es inevitable. Pero ese miedo no puede impedir que tus últimos momentos, o que los últimos momentos de ese familiar, no sean vividos en toda su plenitud, con toda su verdad (por cruda que sea)… ¿qué mejor momento para ello? Ya no quedan muchos más momentos.

En esta existencia actual, tan centrada en la mente y la materia, no hay espacio apenas para nada que no podamos tocar, oler y probar. Una visión holística nos permite integrar las emociones y el espíritu en la ecuación lo que, sin lugar a dudas, puede ayudarnos a transitar esa etapa de nuestra existencia como una parada más en el camino, dentro de nuestra existencia global como pura energía que somos.

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Las fases del duelo descritas por Kübler-Ross, definen el proceso por el que las personas somos capaces de hacer frente a una tragedia, bien por enfermedad terminal bien por una pérdida traumática:

  1. Negación: “Yo me encuentro bien, seguro que es un error.”, “Esto no puede pasarme a mi.”
  2. Ira: “No es justo, ¿por qué a mi?”, “¿Por qué me está pasando ésto?
  3. Negociación: “Haré cualquier cosa por un par de años más.”, “Dios, dame tiempo para…”
  4. Depresión: “¿Para qué hacer algo, si me voy a morir?”, “¿Para qué luchar?, no vale la pena.”
  5. Aceptación: “No puedo luchar contra la realidad, esto tiene que pasar, debería prepararme para ello.”

Estas fases son las mismas tanto para el paciente como para sus familiares; unos permanecerán más tiempo en una fase y otros en otra, pero todos pasaremos por la misma, más tarde o más temprano, en unas situación u otras.

Es muy importante aceptar las emociones, los miedos, las dudas… dejate fluir y siéntelas en toda su grandeza, pues te demuestran que !AUN ESTAS VIV@!. Además yo tengo la teoría de que luchar contra ellas sólo te hace perder una energía preciosa que necesitas para esta etapa de tu vida: cuánto antes llegues a la fase de ACEPTACION, antes podrás centrarte en lo más importante.

Y… ¿qué es lo más importante?

Bajo mi punto de vista, y teniendo en cuenta que junto con tu médico ya te estás ocupado en tu parte física, dos focos deberían mantener nuestra atención:

  1. La parte mental/emocional, digamos las “asignaturas pendientes”: Hablar con tus hijos, resolver las rencillas con tus hermanos, recordar a tus buenos amigos, expresar todo tu amor a tu pareja, reconciliarte con tus padres…
  2. La parte espiritual: perdonar a los que te hirieron, hacer las paces contigo mism@, hallar una paz interior, acercarte más a “Dios” (lo entiendas como lo entiendas)…

Es vital pedir ayuda. Ya sea un familiar, amigo, grupo de apoyo, sacerdote, psicólogo o terapeuta, es muy importante que tanto el paciente como su círculo más cercano, puedan expresar sus dudas, temores, miedos, enfados y ansiedades para poder integrar la vivencia.

Independientemente de nuestras creencias, es importante prepararse para el final de este viaje, del mismo modo que nos preparamos para casarnos, dar a luz o para ir a la universidad. Es importante preparar a los nuestros para algo inevitable, darles tiempo para demostrarnos sus sentimientos, dejarles nuestro ejemplo de lucha y coraje.

Debemos aprender a morir y aprender a despedirnos.

 

Busco mi propia verdad. Me convierto en mi propio Maestro.

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